Alejandro Parrilla se mueve con soltura por la cocina en su silla de ruedas. Que si corta el tomate, que si pela las patatas, que si ahora se da la vuelta porque "ya toca" encender la vitrocerámica. Nadie le ayuda. Es autónomo. "Con las lentejas hay que tener paciencia". Hace dos años, Alejandro, que nació con espina bífida, una malformación congénita en la columna vertebral, nunca hubiera pronunciado ese consejo 'arguiñaniano'.
"Antes no sabía hacer nada y ahora voy a estar preparado para una vida totalmente independiente". Hasta hace dos años Alejandro, de 32, vivía con sus padres. La sobreprotección era máxima hasta que dio el salto a uno de los pisos de transición a la vida independiente de la Comunidad de Madrid y Famma, Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad de Madrid.
Dos amplias viviendas en Rivas-Vaciamadrid totalmente accesibles y adaptadas a personas con movilidad reducida, y con mecanismos de domotización. Un proyecto pionero en España.
"Este es mi armario", dice Yolanda, de 22 años y que sufre parálisis cerebral mientras desplaza una palanca que le permite bajar su ropa hasta su altura. "A mis padres les costó aceptar que su hija se fuera de casa con 21 años, pero ahora están encantados", asegura en su habitación, donde las estanterías están a una altura accesible, las persianas son automáticas -se bajan y suben con un mando-, y la cama también se desplaza "como las de los hospitales".
"Me ha cambiado la vida", dice Yolanda, que va sola a hacer la compra y ahora está a la espera de que le llamen de algún trabajo de recepcionista, donde tiene ya experiencia. "Quiero trabajar ya", afirma la joven mientras le 'pega' con soltura a la plancha, algo que antes no hacía en casa por el miedo de sus padres a que se quemara. "Es lo que menos me gusta de las tareas domésticas, pero el plancharte las cosas por ti misma es una gran gratificación".
En los pisos, cinco jóvenes discapacitados reciben formación en varias materias por un equipo de psicólogos y trabajadores sociales. Hay talleres de plancha, de economía doméstica, de cocina, de búsqueda de empleo... "Tratamos de que aprendan a tener una vida normalizada, independiente y autónoma", comenta Ana Núñez, psicóloga de Famma, que incide en que estos pisos les sirven para salir del cascarón. Un trampolín a la vida independiente.
"Muchas veces vienen de familias que no les dejan hacer cosas que en realidad sí pueden hacer; son personas con cierto nivel de autonomía y aquí se les potencia", comenta la psicóloga, que forma parte de un equipo de apoyo de seis personas. "El objetivo es que tengan un trabajo y formen una familia".
Alejandro está en ello. Su objetivo a corto plazo es acabar la ESO y el Bachillerato para poder estudiar "Terapia Ocupacional o Educación Social", dice mientras hace los deberes de Sociales con su tutora, Tatiana. "Quiero irme a vivir con mi novia en cuanto pueda", asegura Alejandro, que antes no podía siquiera coger al autobús solo. "Dependían de sus padres para ir a cualquier sitio", precisa la psicóloga.
"Mi nivel de confianza ha aumentado brutalmente. A veces me cuesta pedir las cosas, o abrirme a la gente, pero ya no tanto como antes", asegura Alejandro a la vez que pela con bastante destreza las patatas en la cocina, donde los electrodomésticos y estanterías están todos adaptados. "Es complicado que tengan confianza en sí mismos", cuenta Tatiana, que va aconsejando a Alejandro, "a lo mejor en 30 años no han hecho nada, pero cuando llegan aquí se dan cuenta de que todo es posible".
"Lo primero que hacemos es que se familiaricen con todos los elementos; casi nunca han trabajo con cuchillos y tenedores, y la manipulación les cuesta; empezamos con pastas y arroces y luego ellos ya hacen sus propias salsas", explica la profesora. "Lo mío me ha costado soltarme en la cocina", le interrumpe Alejandro, que prosigue explicando el proceso, como un experto. "Esperamos a que empiece a hervir y ahora le echamos el tomate, la cebolla,....".
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